img-default-blog.jpg
Colaboración Jesús Mario Blasco en el Heraldo de Aranjuez

Nuevo Petardazo

Comenzamos la semana con los ecos de la visita de los Diputados de la Asamblea de Madrid aún frescos en la memoria. Por primera vez en mucho tiempo los representantes públicos de nuestra región han tomado conciencia de que el Manzanares no es el único río madrileño y que nuestras quejas no son producto de la insolidaridad, sino que se trata más bien del grito de auxilio del que se está ahogando mientras ante la indiferencia de todos. No obstante, de este y otros temas de actualidad hablaremos oportunamente y a su debido tiempo, porque las memorias son frágiles y conviene refrescarlas. Voy a centrarme en otro tema que también ha sido de actualidad, otro culebrón de esos que tanto gustan por estos lares y que al final se ha resuelto de mala manera y al más puro estilo de estos seriales, en el último capítulo. Diría incluso que con la misma falta de emoción, pues era algo que todos dábamos ya por amortizado. Y me estoy refiriendo al fantasmagórico proyecto de recuperación de la Casa de la Monta y el complejo de ocio a ubicar en la finca de Sotomayor.

La intrahistoria de este proyecto, de este vodevil barato con el que han tratado de entretenernos durante años, es sumamente conocida. Más que nada porque sigue fielmente la hoja de ruta, casi calcada, a la de tantos petardazos y motos changadas que nos han querido vender a lo largo de los últimos treinta años. Se presenta un proyecto con gran aparato, con un desfile tremendo de autoridades, despliegue de medios audiovisuales, sonrisas por todas partes (incluso de muchos de los que ahora abominan de él) frases grandilocuentes y cifras infladas que ahora producen más risa que otra cosa. De esta manera, lo que iba a convertirse en el Club de Campo del sur madrileño, un complejo de ocio, con campos de golf, zonas deportivas, restauración, caballos, hoteles… y que iba a emplear a varios miles de personas, a la vez que iba a recuperar una zona emblemática de nuestra ciudad, se ha quedado, como siempre, en la nada. ¿Es que ninguno de sus promotores en su día vio que el proyecto podría violar prescripciones medioambientales y no superar la DIA? ¿Por qué el entonces gobierno no rechazó este proyecto si tantas dudas expresó posteriormente cuando pasó a la oposición?

¿Cuál ha sido el papel del gobierno regional? ¿Mantiene los planes de actuar en esta zona para recuperarla para los ciudadanos y crear riqueza y empleo? ¿O se va a quedar, como tantas cosas, como el canal de remo, el palacio de justicia, la residencia de Olivas, las glorietas de la Montaña?… ¿en la nada más absoluta?

Porque esta es otra. Y, ¿ahora qué? Porque ha habido una explosión incontenible de júbilo con la expedición del certificado de defunción del proyecto que, sí, si vulneraba prescripciones medioambientales, debe cambiarse y corregirse. Pero de momento de esa parte nada se sabe.

Recordemos que la finca, y singularmente la Casa de la Monta, uno de los más señeros monumentos de Aranjuez, sigue sin uso, ahogada entre el río moribundo, unos pinares castigadísimos tras la tormenta de agosto, pintadas y porquería esparcida por sus alrededores.

Yo no echaría ninguna campana al vuelo, porque sí, se ha podido evitar un atentado ambiental pero, ¿con qué nos quedamos? ¿Con la misma ruina que antes, y sin la generación de riqueza y puestos de trabajo que iban a venir? ¿Estamos ahogándonos, con el agua al cuello, en medio de una crisis económica y con más de 5.000 parados, y nos alegramos de la voladura de un proyecto, a cambio de la nada más absoluta? ¿Pero de qué vamos? Ahora lo que toca son menos celebraciones y más exigencias. Exigencia de que se reformule el proyecto, de que se invierta lo contemplado, de que el proyecto final se vuelve en lo que debería volcarse para devolver al lugar a su idiosincrasia original: el caballo, puesto que un proyecto ligado a la investigación agropecuaria cabe en otros muchos sitios, y los hoteleros igual. Ahí tenemos la cortijera Casa Grande, esperando proyectos para ser puesta definitivamente en valor. Y aún en el caso de que se instalara en Sotomayor una facultad o escuela de investigación agropecuaria (y esto va para los detractores de los aparcamientos) ¿cómo pretenden que se desplacen desde el centro de Aranjuez a la finca? ¿En mula? ¿O andando? La demagogia, como puede verse, tiene escaso recorrido. Lo peor es que nos hemos vuelto a dar un baño de realidad. Los proyectos no cristalizan en Aranjuez, la inversión pública escasea, y si se dinamitan las privadas (algunos han llegado al punto de oponerse a cambiar descampados llenos de cardos por instalaciones deportivas universitarias) definitivamente no tendremos salvación. Otro petardazo, en suma. Y van…