
PROPOSICIÓN QUE PRESENTA LA AGRUPACIÓN CIUDADANA INDEPENDIENTE PARA ARANJUEZ (acipa) AL PLENO DE LA CORPORACIÓN PARA EXIGIR A LOS PROPIETARIOS DE LA ANTIGUA AZUCARERA EL FRENO A SU DETERIORO Y SU POSTERIOR PUESTA EN VALOR.
- 2025/06/12 13:19:33
Las ciudades, como elemento perdurable que trasciende la existencia individual de los seres humanos, es a su vez un ente vivo, cambiante. A lo largo de los años y los siglos no solo se expanden, también cambian. Van mutando de forma paralela al devenir de los que la habitan así como sus usos y costumbres. Aranjuez, pese a ser una ciudad relativamente joven, también ha cambiado profundamente. Desde su origen como ciudad tras el reinado de Fernando VI hasta la actualidad ha sufrido cambios muy profundos, auténticas catarsis. Lo que empezó siendo un lugar para el goce de los sentidos, el Jardín del Edén soñado por Felipe II, un Paisaje que cambiaba cuatro veces al año, ha acabado siendo una ciudad diversa y dinámica. El Aranjuez Cortesano desapareció a la misma velocidad que el nuevo invento, el tren, llevaba a la Familia Real a Santander o San Sebastián. Paradójicamente, lo que hizo desaparecer las Jornadas Reales trajo consigo la industria, convirtiendo a la antaño ciudad cortesana en la primera ciudad industrial de toda la región madrileña. Algunas de esas industrias pioneras aún existen, siendo punteras en sus respectivos sectores y muy probablemente las mejores de toda España en su género.
El combo ferrocarril y río Tajo hizo posible la aparición de un tipo de industria hasta entonces desconocido, las industrias de transformación de bienes del sector primario. Fábricas harineras, de pastas, de café y achicorias, chocolates, gaseosas, siendo la gran fábrica de harinas de Enrique Mejías, la del Puente Colgado del conde de Vegamar o la instalación histórica y monumental del conjunto de la presa y molino harineros de Puente Barcas. Este gran edificio, lamentablemente demolido hace 25 años, conserva todavía su red de canales en el entorno de la isla. Espacio este que se pretende recuperar con la colaboración de la Confederación Hidrográfica del Tajo y la Comunidad de Madrid y que tiene unas posibilidades inmensas.
Esperando que podamos hablar en un futuro en positivo de este espacio, nos vamos a centrar en la arqueología industrial relativa a la transformación del azúcar. La implantación inicial de la industria azucarera es casi contemporánea a la llegada del primer ferrocarril, en 1950, un año antes incluso de la llegada del mismo. Esto significó un notable impulso a los cultivos de remolacha en las huertas del Tajo y el Jarama, hasta que en 1892 literalmente se murió de éxito, ya que en 1892 los excedentes de producción eran de tal calibre que no podían ser procesados por la infraestructura existente. De ahí nacería la idea de construir una segunda fábrica, promovida por el Conde de Benalúa. Este rico empresario compraría los terrenos de la quinta del Marqués de Salamanca y procedería al levantamiento de una gran fábrica conocida como Nuestra Señora de Lourdes. El antiguo palacete se acabó dedicando a las oficinas de la empresa.
De esta histórica empresa nos ha llegado a la actualidad parte de las magníficas naves de ladrillo, que hoy forman parte del complejo de la empresa Indra.
A partir de 1903 la producción de azúcar, que había alcanzado a nivel nacional un volumen enorme, pasó a quedar bajo la gestión de la Sociedad General Azucarera de España (SGAE). Los edificios fabriles en los que se fabricaba el azúcar eran de porte majestuoso, casi podríamos decir que catedralicios, de inmensas proporciones. De ello podrían haber dado cuenta ambas factorías de Aranjuez, si bien como decíamos de una quedan varias de sus naves, y de la que tenemos en la carretera de Toledo, nos quedan unas cada vez más grotescas ruinas.
La azucarera de la carretera de Toledo es una superviviente. Única en su género, es el último vestigio que queda en toda la Comunidad de Madrid de este tipo de industria (toda vez que también desapareció la también enorme azucarera de la Poveda, en Arganda) Como decíamos, es prácticamente una catedral industrial, una joya, con unas posibilidades enormes que parecen no ser apreciadas por nadie. Y por quien menos, por sus dueños.
El enorme complejo abarca una extensión de aproximadamente 60.000 metros cuadrados, delimitado por la carretera de Toledo, la vía férrea y el Canal de las Aves. Consta, a grandes rasgos y sin entrar en una descripción minuciosa, en dos partes muy diferenciadas:
Las grandes naves de almacenaje de pulpas y azúcar están construidas con pilastras de ladrillo visto con textura neomudéjar, articuladas alrededor de una lonja o patio de recepción y aprovisionamiento desde la calle Toledo.
Infografías de Ander Iturrioz Rodríguez. Universidad Politécnica de Madrid (ETSA)
La parte quizá más llamativa e importante es el edificio central de fabricación y la icónica chimenea, con un gran torreón que sobresale del complejo. En la nave de entrada a la planta se encuentra un enorme horno rotatorio de 25 metros de largo y más de 3 de diámetro, ocupando la práctica totalidad de una de estas naves. En la parte trasera, colindante con las vías del tren, estaban las instalaciones dedicadas a hornos de cal para dar energía térmica a todo el complejo.
Como recalcábamos, el elemento tal vez más icónico y visible del complejo, incluso desde muchos kilómetros de distancia, es la gran chimenea troncocónica de ladrillo, formada por superposición de anillos horizontales, siendo a su vez una de las pocas chimeneas fabriles históricas que aún perviven en Aranjuez.
No vamos a poner imágenes del estado actual del edificio, pues entendemos que es sobradamente conocido por los integrantes de esta Corporación. Y francamente, también consideramos innecesario convencerles de los valores y las posibilidades de este lugar. Tanto es así que el Ayuntamiento de Aranjuez lleva teniendo en mente la recuperación de este lugar desde hace bastantes años. Desde la presentación del Proyecto Ciudad hace más de tres lustros así como en los planes o estrategias a financiar con los fondos europeos, desde los EDUSI de 2016 a los más recientes recogidos en la Agenda Urbana. En todos ellos se contempla recuperar este espacio con usos variados, desde los expositivos, feriales hasta culturales e universitarios.
La necesidad y la labor de convencimiento debe ir encaminada a los actuales propietarios, Ebro Foods. La empresa, bajo la gestión de la SGAE, estuvo en funcionamiento hasta 1982. Desde entonces el deterioro ha sido rampante, sin que la propietaria haya hecho absolutamente nada para conservar esta joya de su titularidad. Ha ido pasando de manos hasta llegar a su actual propietaria. Podría pensarse que existen razones de penuria económica o de incapacidad para su mantenimiento en buen estado, pero nada más lejos de la realidad. Se trata de una empresa que el año pasado tuvo beneficios récord y que tampoco tiene problema alguno en hacer fichajes de relumbrón para sus consejos de administración, con emolumentos que producen sonrojo. No cabe ninguna duda que problemas económicos no tiene. Su único problema es el desinterés y estamos tentados de decir que hasta la negligencia.
Ante esta tesitura, la falta manifiesta de voluntad (no ya de poner en valor, sino de al menos frenar su deterioro con actuaciones de emergencia) se impone la acción de las administraciones. Aranjuez ya ha perdido demasiados elementos arquitectónicos e industriales. Perdimos la soberbia central de telegrafía sin hilos, única y pionera en el mundo, capaz de causar asombro al mismo Marconi cuando la visitó. Actualmente en su emplazamiento se levanta un restaurante de comida rápida (sobran los comentarios). Perdimos la fábrica de harinas, estamos asistiendo impávidos al desmantelamiento del patrimonio ferroviario, llevándose elementos del antiguo apeadero de Algodor. Estamos a punto de perder, si no se remedia, el Palacio de Osuna, la casa de José Luis Sampedro… ¿Vamos a dejar perder también la Azucarera?
Hace un año conocimos que la Comunidad de Madrid iniciaría un procedimiento sancionador contra los propietarios del palacete de Torrelodones conocido como el Canto del Pico (que en este caso es BIC) por su estado manifiesto de abandono al que le someten sus propietarios, contraviniendo las prescripciones de la Ley de Patrimonio Cultural. También, más recientemente, que la Comunidad de Madrid adquiriría la finca Velintonia (la casa del poeta y Premio Nobel Vicente Aleixandre) para poner fin a su abandono y convertirse en casa-museo en 2027. En este caso, estamos hablando de un BIP (por cierto, la misma calificación que el Palacio de Osuna)
Creemos necesario e imprescindible que se exija a la empresa propietaria de la antigua Azucarera que ponga en marcha las acciones necesarias que permitan la preservación del inmueble garantizando su autenticidad e incluso la seguridad de sus elementos contiguos a vías urbanas, vías férreas y canal de las Aves. Incluso, un paso más allá, solicitar que se estudie la declaración como Bien de Interés Cultural del complejo… Esta calificación ya se ha otorgado a la también histórica Azucarera de San Isidro de Granada, y en ningún caso ha puesto en riesgo el plan de rehabilitación que ya está en marcha y ligado al ámbito universitario. Lo mismo puede decirse de la fábrica de Clesa en Madrid o la mucho más cercana Casa de la Monta.
Por todo ello, la Agrupación Ciudadana Independiente para Aranjuez (acipa) eleva al Pleno de la Corporación la siguiente proposición, solicitando al equipo de gobierno:
- Que por parte del Ayuntamiento de Aranjuez se exija a la empresa propietaria de la antigua Azucarera de Aranjuez la puesta en marcha inmediata de actuaciones que permitan la preservación de dicho inmueble, manteniendo sus valores patrimoniales y garantizando la seguridad en sus instalaciones, instando a su vez a la Comunidad de Madrid a que, al amparo de sus competencias, ponga en marcha los mecanismos sancionadores en caso de estarse incumpliendo la Ley de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid.
- Que se inste a la Comunidad de Madrid a, al menos, someter a estudio la declaración como Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento, permitiendo la preservación del inmueble, así como la puesta en marcha de proyectos que permitan su recuperación, bien de tipo cultural o incluso universitario.